dimarts, 6 de novembre del 2007

Canto al otoño

Por Emilio Casademont Comas
Corresponsal de la agencia Europa Press



TÚ ERES, OTOÑO, el preludio de la siempre larga (quizás, por eso, se nos hace tan antipática) estación invernal. Que, a decir verdad, como todas las estaciones del año, sólo dura tres meses. Aunque nos parezca, cuando de lleno nos metemos en ella, que goza del don de la eternidad. Tú eres, otoño, en algunos aspectos, simpático y agradable; en otros, en cambio, todo lo contrario. O sea, antipático, al igual que el invierno. Y triste. Muy triste. En tu reinado, mucha vegetación que brotó llena de alegría en primavera, enferma y se torna pálida. Agoniza y fenece. Pero no para siempre. Porque luego resucitará. Volverá a la vida. Con nuevos bríos. Más hermosa, si cabe, que nunca. Como volveremos a la vida, a esa vida del Más Allá, los humanos en el día de la Resurrección de la Carne. Cuando las tropetas celestiales nos despierten de un prolongado y profundo sueño, anunciándonos el Juicio Final...

TÚ ERES, OTOÑO, como una lenta y dulce agonía. Poco a poco, haces que el verde salvaje y maravilloso de numerosos árboles y plantas vaya adquiriendo unas bellas aunque efímeras tonalidades rojizas y amarillas. Paulatinamente, todo esto, que luego desaparece con el secaje y la caída de las hojas, lo tornas de color de oro. Tal vez, como queriendo indicar a los hombres que el vil metal, por el que tanto muchos suspiran y se matan, es algo que, antes de entonar el adiós a la vida, hay que dejar en la Tierra. Mas, ¡ cuan fascinante es tu paisaje ! ¡Qué de sublimidad atesora! Nuestros más inspirados poetas, Àngel Guimerà, Mossèn Cinto Verdaguer, cuyo centenario literario celebramos este año, Joan Maragall, Joan Maria Guasch, Josep Carner, Tomàs Garcés, etc., te lo han cantado en sus rimas una y mil veces. Tú, otoño, inyectas en los campos y en los bosques un romanticismo singular, único.

UNA VEZ, recuerdo que conseguiste emocionarme de veras. Te viví, con toda intensidad, en los Valles andorranos. Y me resultaste magnífico, encantador. Andorra había perdido ya aquellos aires tan cosmopolitas, que respira durante los ajetreados meses estivales. Todo, en la antigua Andor de Carlomagno, estaba impregnado de calma. De tranquilidad. De sosiego. Andorra no era ya la Andorra transformada por el turismo. Sino la Andorra tradicional, típica y catalana. Tal y como me gustaría a mí que fuera siempre. Sus elevadas montañas, bastante doradas, tenían un atractivo poderoso. El Santuario de Nostra Senyora de Meritxell, donde se guarda y venera la imagen de la Virgen más antigua de los Pirineos, excelsa patrona del Principado, constituía una cita para muchos andorranos que, en romería, habían allí acudido, aquel domingo por la mañana, a fin de adorar a la Mare de Déu. No se oían raras conversaciones. Es decir, conversaciones en lengua extraña. Ni se veían ojos incrédulos de curiosos. Sólo percibíase el leve murmullo de un Ave Mare, rezado con fervor y en la lengua oficial del país, el catalán, por los fieles andorranos. Todo ello, claro, en un acogedor ambiente presidido por tí.

Y MUCHO MÁS ALLÁ, tras dejar atrás Andorra la Vella, capital del minúsculo y preciocísimo país pirenaico, la vieja torre y el campanario de la iglesia de Santa Coloma, joya románica e histórica de primera magnitud, alzábase majestuosa, a escasa distancia del rio Valira, cuyas frescas aguas recibían amorosamente las secas hojas caídas de los árboles. Estas hojas secas que, reunidas y arrastradas por el cristalino líquido elemento, daban la sensación de bailar una sardana maravillosa al compás de aquella melodía fantástica que, constantemente, el Valira entonaba en su vertiginoso descenso hacia el Segre. Por eso, a mi memoria vinieron aquellas bellísimas estrofas poéticas de Àngel Guimerà, estrofas que, si bien no encajaban perfectamente con el espectáculo que mis órganos visuales presenciaban, sí tenían cierta afinidad con él:


"Les fulles seques fan sardana
d'ací d'allà saltironant,
i dintre el boix la tramuntana,
sembla la cobla al lluny sonant..."


TÚ CONSTITUYES, OTOÑO, una época de grandes fiestas populares y tradicionales. Todas ellas en honor de vírgenes, santas y santos, como la Mare de Déu de la Mercè, la que un día descendió del cielo y conversó en catalán con san Raymond de Penyafort y san Pere Nolasc; san Miquel, patrón del antiguo pueblo de Palau Sacosta; la Mare de Déu del Pilar; santa Llúcia, hija, según la tradición popular, de la Bisbal d'Empordà; la Immaculada Concepció; nuestro san Narcís, patrón de Girona y, en honor del cual, ahora celebraremos las Ferias y Fiestas, etcétera. Sin olvidar que nos ofreces el Dia de Todos los Santos, la llamada "diada dels panellets i les castanyes", cosa que, en sus versos, evoca el laureado mosén Camil Geis:


"Es van apropant les Fires,
seculars, de Sant Narcís;
Ai, Amor, tu que sospires,
ja t'hi faràs trobadís.

.........................................

Per les places de Girona
-músiques i cavallets!-
duràs, per dardell i dona,
castanyes i panellets".


PERO TÚ, OTOÑO, cuentas con el día más triste y melancólico del año, descontando, naturalmente, los de Semana Santa. El 2 de noviembre, y dentro de nuestras Ferias tradicionales, es la conmemoración de los Fieles Difuntos, el Dia dels Morts. Jornada de duelo. Jornada de recuerdo para los que un día abandonaron este Valle de Lágrimas y se fueron a la tumba, dispuestos a aguardar la Resurrección Eterna, la Nueva Primavera. Buena parte de la vegetación -árboles y plantas, repito- también contigo se nos va a la tumba, hasta que las trompetas primaverales anuncien su resurrección...

MAS, ANTES de que ello suceda, muchísimo tendrá que llover. Que este fenómeno es clásico de tu época. Y los centenarios plátanos de nuestro sin par parque de la Devesa, con sus hojas de color de miel, recibirán esta bendición del cielo. Y será, entonces, cuando harás que me sienta poeta. Y será, entonces, cuando, al contemplar tan maravilloso espectáculo, en mi mente se forjarán unos versos. Y le cantaré a la fina y romántica lluvia (no a la perversa y cruel que, a veces, se nos manda en castigo a nuestros pecados); le cantaré a las hojas agonizantes de los larguiruchos árboles; le cantaré a esas nubes que lloran la muerte de parte de la vegetación... y a tí, otoño. A todos os cantaré estos sencillos y humildes versos:


"Ploren els núvols del cel,
i ses llàgrimes, en caure,
besen unes fulles d'arbre
d'un dolç color de mel..."



(Publicado en el libro-programa de las Ferias y
Fiestas de San Narciso de Gerona, editado por
Publicidad y Artes Gráfiques Rabell de la mis-
ma ciudad. Octubre del año 1965)

(Publicat al llibre-programa de les Fires i Festes
de Sant Narcís de Girona, editat per Publicitat i
Arts Gràfiques Rabell de la mateixa ciutat. Oc-
tubre de l'any 1965)